Mis ojos lloran cuando muere un santo,
mis ojos lloran cuando muere un cruel,
pues mis sentidos no distinguen tanto
entre las lágrimas y el triste llanto
de cada madre que los vio nacer.
Arde la sangre, cual flamante llama,
tierra y asfalto traspasando, mas
al extrañar su voz cuando lo llama,
a aquella madre que justicia clama
el hondo frío no la deja en paz.
Cristino Alberto Gómez Luciano
República Dominicana, 3 de octubre del 2007
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