Mis paredes se hicieron de tierra
que la lluvia besó. Luego el techo
suspendido durmió sobre el lecho
que consigo abrazado se aterra.
Ya dejé de soñar primaveras
y mañanas de suave rocío.
Me sumerjo en el cauce sombrío
augurando estaciones postreras.
Desperté con las horas heladas,
sobre el pasto, en medio del llano;
luego el sol me cegó las miradas.
Ha llegado la tarde temprano
y con ella el caudal de las riadas
que de paso me dieron la mano.
Cristino Alberto Gómez
17 de octubre de 2010
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