Esa boca, cuando hablas, me enloquece.
No silencies tu voz la que me encanta.
Como pétalos de rosa se aparecen
tiernos labios sobre tu corteza blanca.
Blanca tez sobre tu rostro se dispersa
para libres en el medio abrir dejar
cual de dulce el agua fuente la que suelta
una boca fluido cálido y vital.
Vital líquido regálame, preciosa.
No me digas que tu amor me negarás.
Ven, permíteme escuchar tu voz hermosa...
luego el fuego en mi silencio sentirás.
Sentirás las rojas llamas que derriten
tu besar con su calor de ardiente roca
y verás que alegres los míos se visten
con tus labios, los que forman esa boca.
Esa boca, cuando hablas, me enloquece...
Cristino Alberto Gómez
Costa Rica, 27 de marzo del 2006
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